9. Negro sobre blanco

Bridge of the Gods (Cascade Locks, OR)
Bridge of the Gods (Cascade Locks, OR) © Antonio Juárez, 2009

El acto de dibujar tiene algo de proceder a tientas. Es una tarea no exclusivamente visual sino también táctil, en la que acontece -como dice Gilles Deleuze- “una búsqueda mutua, ciega y titubeante, entre la materia y el espíritu”. Quizás es esto lo que Javier Seguí quiere explicar en su ejercicio pedagógico y gráfico al tratar de enumerar las acciones para un procedimiento básico elemental que consiste, simplemente, en llenar de negro el blanco del papel. “Negro sobre blanco en un papel de 1,00 x 0,70 cm.” es la constatación de que en una operación trivial, como rellenar de negro, lo relevante aparece a tientas en el proceso, y la sugerencia de que, entre las manos, suceden cosas a las que no prestamos atención y que son fundamentales.

Este procedimiento conduce a la extrañeza, al asombro, que es la actitud clave para el conocimiento. Sólo el asombro conoce, decían los antiguos…

“Primera parte del ejercicio: Llenar de negro todo el papel, añadiendo trazos que vayan haciendo desaparecer el blanco, pero no automáticamente (con barridos uniformes) sino disfrutando de la aventura de moverse de distintas maneras al ir progresando en la tarea. Se recomienda proceder despacio, acariciando la superficie que se oscurece. En seguida, la mayoría de ejercitantes entiende que la tarea pedida no tiene exigencias de acabado, que sólo consiste en el hacer que, a su vez, conduce a poner la atención en los estadios intermedios del ejecutar. Ennegrecer un papel blanco como tarea no produce inquietud (aunque implique extrañeza) y este alivio permite significar el mero dibujar, el proseguir, el superponer, el atravesar, el gesticular rápido o lento, el agrietar, el borrar, etc.

La expresión gestual se enseñorea en el hacer que, poco a poco, se va viviendo como una experiencia inesperada. Al final, los papeles dejan ver las huellas superpuestas de los momentos activos, como testimonios de los movimientos vivos que conducían inexorablemente al negro, a la nada, a una nada generada.

Segunda parte del ejercicio: Llenar de negro el papel (1,00 x 0,70 cm.) con los ojos cerrados. Esta fase del ejercicio, apoyada en la experiencia anterior; es enfocada por todos como un tocar sucesivo, controlando los bordes (con la mano que no dibuja) que, como sólo conduce a la nada, permite sentir cada trazado, cada gesto, con toda la intensidad emotiva que lo provoca y conduce. Al abrir los ojos para contemplar el resultado, el dibujo se presenta como un enigma que se puede investigar siguiendo las vicisitudes de las huellas marcadas.

Tercera parte del ejercicio: Llenar de negro el papel (de 1,00 x 0,70 cm.) interrumpiendo el trabajo cuando el profesor o un compañero estime que se este pasando por un trance formalmente interesante. En este caso, abrir los ojos supone enfrentar un estado del continuo dibujar que resulta sorprendente para otro. Esto completa la extrañeza de uno mismo como autor inmerso en la arbitrariedad libre del hacer.” (1)

 

(1) Javier Seguí de la Riva “Dibujar el negro” (9/10/2006), publicado en Javier Seguí de la Riva, Ser Dibujo, Editorial Mairea Libros, Madrid 2010, págs. 65 – 67.

 

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