24. Himno

Simbiosis sobre tronco de madera de la Borgoña (Taize)
Simbiosis sobre tronco de madera de la Borgoña (Taize) © Antonio Juárez, 2013.

Detrás de todo lo que vemos existe un sustrato que lo sostiene, una espacio matriz en el que germina, crece o se expande, que necesariamente tiene también otro principio que lo delimita y concreta -el de la forma- pero la materia es el principio de individuación que nos permite distinguir que aquella cosa es única y está en un lugar concreto del espacio-tiempo. Materia y forma son siempre algo asombroso, pues una sin la otra no pueden existir, pero esa dimensión material del mundo, que se manifiesta en lo que podemos tocar y palpar, es algo inquietante y está sometido a sorprendentes metamorfosis, sucesivos estadios de equilibrio en el sistema de la energía y de la vida, que se manifiesta en ocasiones en extrañas simbiosis, que permiten la existencia complementaria de unos seres sobre otros: unos líquenes sobre la corteza del árbol, o unos hongos sobre la hierba húmeda al pie del tronco de un arbusto, o las motas de polvo sobre el parabrisas del coche, que nos apresuramos a limpiar porque dificultan que podamos ver limpiamente el camino a través del cristal. Pero si por un momento nos detenemos ante esas motas de polvo informe, o ante la configuración de las manchas verdosas sobre la corteza de madera, advertimos que sus difusos contornos siguen precisas determinaciones, regidas por leyes exactas de la naturaleza que escapan a nuestras pretensiones de simplificación del mundo.

Todo lo material constituye un misterio, regido por leyes internas que lo configuran, que lo agrupan o dispersan, como el humo de un cigarrillo que asciende en el aire, flujo hipersensible a mínimas turbulencias, que a veces durante un pequeñísimo espacio de tiempo mantiene una trayectoria casi rectilínea -flujo laminar, llaman los físicos-, pero muy fácilmente se transforma en delicados torbellinos dibujados por partículas más ligeras que el aire en el que flotan, y que ascienden dibujando filigranas siempre cambiantes y siempre diferentes.

El humo, los cristales, las vetas en la piedra… son radiografías instantáneas, de un mundo en permanente vibración, pues en tiempos diferentes todo vibra, y en su luminoso palpitar, explica el secreto rítmico del cosmos, que late en nuestras venas, pero también en la órbitas lejanas de los sistemas planetarios.

Todo lo material deja una luminosa y extraña estela, que refleja configuraciones rítmicas en vibración, siempre sometidos a leyes a veces todavía por descubrir, pero que nos hablan de un lenguaje mediante el cual el Logos -lenguaje de los dioses, decían los antiguos- habla y recita historias siempre antiguas y, paradójicamente, siempre nuevas.

Un investigador infatigable escribía, en 1919, un sorprendente Himno, un canto a la materia, en que se pregunta secretamente sobre algo nuclear en el misterio del cosmos:

“Bendita seas tú, áspera Materia, gleba estéril, dura roca, tú que no cedes mas que a la violencia y nos obligas a trabajar si queremos comer…

Bendita seas, peligrosa Materia, mar violenta, indomable pasión, tú que nos devoras si no te encadenamos.

Bendita seas, poderosa Materia, evolución irresistible, realidad siempre naciente, tú que haces estallar en cada momento nuestros esquemas y nos obligas a buscar cada vez más lejos la verdad. 

Bendita seas, universal Materia, duración sin limites, éter sin orillas, triple abismo de las estrellas, de los átomos y de las generaciones, tú que desbordas y disuelves nuestras estrechas medidas y nos revelas las dimensiones de Dios.

Bendita seas, Materia mortal, tú que, disociándote un día en nosotros, nos introducirás, por fuerza, en el corazón mismo de lo que es.

Sin ti, Materia, sin tus ataques, sin tus arranques, viviríamos inertes, estancados, pueriles, ignorantes de nosotros mismos… Tú que castigas y que curas, tú que resistes y que cedes, tú que trastocas y que construyes, tú que encadenas y que liberas, savia de nuestras almas, mano de Dios.

[…]

Yo te bendigo, Materia, y te saludo, no como te describen, reducida o desfigurada, los pontífices de la ciencia y los predicadores de la virtud, un amasijo, dicen, de fuerzas brutales o de bajos apetitos, sino como te me apareces hoy, en tu totalidad y tu verdad.

Te saludo, inagotable capacidad de ser y de transformación en donde germina y crece la sustancia elegida.

Te saludo, potencia universal de acercamiento y de unión mediante la cual se entrelaza la muchedumbre de las mónadas y en la que todas convergen en el camino del Espíritu.

Te saludo, fuente armoniosa de las almas, cristal límpido de donde ha surgido una nueva Jerusalén.

[…]

Para llegar hasta ti, Materia, es necesario que partiendo de un contacto universal con todo lo que se mueve aquí abajo, sintamos poco a poco cómo se desvanecen entre nuestras manos las formas particulares de todo lo que cae a nuestro alcance, hasta que nos encontremos frente a la única esencia de todas las consistencias y de todas las uniones.

Si queremos conservarte, hemos de sublimarte en el dolor después de haberte estrechado voluptuosamente entre nuestros brazos.

Tu, Materia, reinas en las serenas alturas en las que los santos se imaginan haberte dejado a un lado; carne tan transparente y tan móvil que ya no te distinguimos de un espíritu.

Arrebátanos, oh, Materia, allá arriba, mediante el esfuerzo, la separación y la muerte; arrebátame allí en donde al fin sea posible abrazar castamente al Universo!».

Abajo, en el desierto que ha vuelto a conocer la calma, alguien lloraba: «¡Padre mío, Padre mío! ¡Un viento alocado se lo ha llevado!». 

Y en el suelo yacía un manto.” (1)

 

(1) TEILHARD DE CHARDIN, Pierre, Jersey, 8 de agosto de 1919, publicado en The Heart of Matter, Collins Ed., Londres, 1978. [Publicado originalmente en francés en 1976]. Traducción de Antonio Juárez.

Agradezco a Mario Rodero, biólogo, ornitólogo y amigo, su detallada y concienzuda explicación de lo que él veía en la imagen que encabeza estas líneas, que tanto Greg Lynn en Columbia University, cuando me hablaba de los escritos de Hans Jenny sobre Cymatics en 1996, como Sanford Kwinter, actual Co-Director del Master de Posgrado en Diseño Arquitectónico en la Graduate School of Design de Harvard, hubieran disfrutado de su detallada explicación tan cercana a sus escritos transversales sobre la arquitectura.