32. Escritura

Arqueografía
Arqueografía © Antonio Juárez, 2014.

Las palabras y las cosas se entrelazan entre sí mediante el eslabón secreto del lenguaje. Sólo es posible dar forma a nuestro pensamiento a través de la palabra y de la grafía. Sólo con estos modos de expresión podemos comunicar el valor de nuestras ideas a la sociedad y sólo con estas herramientas lo informe de nuestras ideas sale del mundo etéreo para entrar a formar parte de lo visible.

Las ideas y las imágenes se acoplan en un universo de sentido a través de la palabra. En ella, en su verbalización escrita, se despliega el universo de lo simbólico, se abre y explicita la relación inefable entre realidad y significado, entre las cosas y el sentido que ellas mismas tienen y que, a menudo, se nos escapa. Integrar en un universo de sentido lo que vemos y vivimos, los problemas a los que nos enfrentamos y que tensionan o dan dirección a nuestra existencia es una tarea para la cual es necesaria la escritura, el lenguaje. El lenguaje es ese espacio en el que vivimos, según Heidegger, que se desdobla y articula, cuando éste es verdadera construcción, dando sentido a las realidades en que vivimos.

Los poetas han iluminado esta tarea y han dado las verdaderas pistas del misterio de la palabra hecha escritura, encarnada en sonidos y grafías. El arte de escribir es también un oficio cuya tarea requiere un ejercicio constante. Quizás pocos como José Ángel Valente pueden darnos pistas sobre ese arte de la palabra, con la que construir y construirnos, y han tratado de esclarecer el misterio de ese tránsito entre realidad, palabra e imagen. Creadores y poetas, artesanos y arquitectos, han arrojado con sus obras luz en un espacio “donde aún no forma su innumerable rostro lo visible”:

“Escribir es como la segregación de las resinas; no es acto, sino lenta formación natural. Musgo, humedad, arcillas, limo, fenómenos del fondo, y no del sueño o de los sueños, sino de los barros oscuros donde las figuras de los sueños fermentan. Escribir no es hacer, sino aposentarse, estar.” (1) 

“Casa, lugar, habitación, morada: empieza así la oscura narración de los tiempos: para que algo tenga duración, fulguración, presencia: casa, lugar, habitación, memoria: se hace mano lo cóncavo y centro la extensión: sobre las aguas: ven sobre las aguas: dales nombres: para que lo que no esté, se fije y sea estar, estancia, cuerpo: el hálito fecunda al humus: se despiertan, como de sí las formas: yo reconozco a tientas mi morada.” (2)

“Maestro, usted dijo que en el orbe de lo poético las palabras quedan retenidas por una repentina aprehensión, destruidas, es decir, sumergidas en un amanecer en el que ellas mismas no se reconocen. Hay, en efecto, una red que sobrevuela el pájaro imposible, pero la sombra de éste queda, al fin, húmeda y palpitante, pez-pájaro, apresada en la red. Y no se reconoce la palabra. Palabra que habitó entre nosotros. Palabra de tal naturaleza que, más que alojar el sentido, aloja la totalidad del despertar.” (3)

“Convertir la palabra en la materia
donde lo que quisiéramos decir no pueda
penetrar más allá
de lo que la materia nos diría
si a ella, como a un vientre,
delicado aplicásemos,
desnudo, blanco vientre,
delicado el oído para oír
el mar, el indistinto
rumor del mar, que más allá de ti,
el no nombrado amor, te engendra siempre.” (4)

 

A Pablo Ramos y tantos otros que con sus palabras habrán de contar lo que éstas casi no pueden decir, con la confianza de que -con el poeta- vuelen tan alto, tan alto, que den a la caza alcance.

(1) VALENTE, José Ángel, Mandorla (1980-1982).

(2) VALENTE, José Ángel, “Bet”, en Tres lecciones de tinieblas (1979-1980).

(3) VALENTE, José Ángel, “Al maestro cantor”, en Mandorla, (1980-1982).

(4) VALENTE, José Ángel, “Materia”, en Interior con figuras (1973-1976).