18. Entrenamiento

Atardecer (iglesia del Monasterio de la Tourette, Le Corbusier)
Atardecer (iglesia del Monasterio de la Tourette, Le Corbusier) © Antonio Juárez, 2003

Igual que un deportista ejercita cada uno de sus movimientos y capacidades físicas de manera constante, el desarrollo de nuestra capacidad de percepción, de organización y de representación exige un adiestramiento diario. El ojo, la mano y la mente, junto con toda nuestra corporalidad, están implicados en la imaginación arquitectónica y constituyen, así como nuestra capacidad de atención al mundo que nos rodea o a nuestro propio mundo interior, un músculo que puede y debe fortalecerse. Ninguna recompensa externa puede premiar auténticamente esta tarea si no encontramos en ella misma, quizás secretamente, nuestra verdadera recompensa. La ganancia en esta tarea no puede estar sino en el laboratorio secreto de nuestra imaginación ante el campo inmenso que atraviesa nuestra mesa de trabajo, a veces, sin aparente finalidad práctica, a la que Le Corbusier aludía como secreto motor, dentro de nosotros mismos, que puede motivar este incansable entrenamiento que durará toda la vida:

“Cuando asistimos a una función circense nos angustiamos por ver si el acróbata, en su peligroso salto, alcanzará la cuerda tendida. No sabemos si entrena todos los días, si para eso renuncia a miles de gestos frívolos y superfluos. Para él sólo cuenta una cosa: ¿alcanzó su objetivo? ¿consiguió llegar al trapecio? Supone ya una suerte peligrosa haber podido cumplir, a lo largo de sucesivas jornadas de 24 horas, que son el pan cotidiano de una vida, los actos necesarios que nos llevan al final de una carrera: dirección exacta, regularidad y constancia en el esfuerzo, minuciosidad y exactitud en el gesto, distribución del tiempo, moral inquebrantable. El fondo de saco consiste en el hecho de que, una vez acabado todo, pagado o no pagado, ganado o perdido, el resultado que se presente produzca una emoción tan fuerte e intensa como para que pueda ser calificada de innominable, algo que no podemos nombrar pero que es en el fondo, una de las vías de la felicidad.” (1)

Le Corbusier, citado en Viaje al mundo de un creador a través de 25 Arquitecturas. Sala de Exposiciones, Ministerio de Fomento, Fundación Pedro Barrié de la Maza, Madrid, 25 enero-16 febrero del 2000. Agradezco a Antonio Puerta López-Cózar haberme llamado la atención por primera vez sobre este texto.