36. Singularidad múltiple

Multiplicity
Multiplicity © Antonio Juárez, 2018.

Los objetos y las personas adoptan disposiciones múltiples según la finalidad a la que se ordenan. Órdenes distintos hacen explícitas las causas, de otra manera inverosímiles, por las que se organizan en el espacio figuras y objetos.

Múltiples factores, visibles e invisibles, dirigen las acciones, las figuras, los gestos y las configuraciones de las organizaciones materiales. Toda una multiplicidad se organiza en direcciones convergentes, según tensiones internas o direcciones que imponen singulares concordancias, acuerdos y afinidades. Aún a través de ocultas contradicciones interiores son legibles las íntimas conexiones que sostienen desde dentro la secreta energía de las estructuras materiales.

Cada forma constituye un delicado estado de equilibrio, un punto inestable en el universo de lo visible entre las fuerzas que mueven el mundo. Equilibrios momentáneos dejan paso a ulteriores cristalizaciones en tensión hacia configuraciones energéticas más eficaces, menos inestables.

Entre la línea y la masa, lo lleno y lo vacío, captamos cómo el ojo y la mano han dado una dirección precisa a una realidad. Así como las cuerdas de un instrumento llegan a un punto de tensión adecuado, en vibración armónica con las sucesivas, así los elementos de una obra se tensan lentamente entre sí.

Ya Goethe imaginaba en su viaje a Italia, en el anfiteatro de Verona, una gran criatura humana de miles de cabezas que vibraban al unísono en torno a un mismo evento que allí acontecía. Nietzsche imagina de manera similar cómo singularidades múltiples se alinean en una misma dirección al obedecer al director de orquesta y a una partitura. Una singular integración necesaria de lo múltiple, lenguaje acompasado que une lo divergente y lo dispar en una unidad de forma que acompaña lo corporal, incluso, de la orquesta, los cuerpos de los músicos, en una relampagueante transformación. Una necesaria consistencia de lo diverso hace que por un singular sentido del orden se manifieste la forma de manera singular y esplendorosa. Un milagro que, podemos pensar, existe –ocultamente– en cada forma, en cada cosa, en cada gran obra.

“¿Habéis contemplado alguna vez en un ensayo de música, con un poco de atención, la particular especie retraída y bondadosa del género humano, de la que suele componerse la orquesta alemana? ¡Qué despliegue de la caprichosa diosa ‘Forma’! ¡Qué narices y orejas, qué movimientos torpes o qué movimientos de esqueletos crujientes!

Pero, finalmente, un genio se mete de repente con fantasía alada en medio de esta masa – inmediatamente notáis algo increíble. Es como si este genio, en una relampagueante excursión de su alma, hubiese atravesado a todos estos cuerpos medio bestiales, y como si ahora se asomase desde todos ellos, ya sólo el único ojo demoníaco. Pero ahora escucháis y veis […]. Si ahora contempláis de nuevo la orquesta que ataca sublimemente o se lamenta por dentro, si intuís una tensión rápida en cada músculo y una necesidad rítmica en cada gesto, sentiréis entonces con ellos lo que es una armonía preestablecida entre el director y los dirigidos, y cómo en el orden de los espíritus todo empuja hacia una semejante organización edificante.” (1)

(1) NIETZSCHE, Friedrich, Kritische Studienausgabe (KSA 1, 750, 751). Traducción de Ricardo Aldana. Revisión del texto Antonio Juárez.